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sábado, 14 de abril de 2012

Avacyn Restituida: La Historia tras las Cartas. 3ª Parte

Griselbrand
Tan pronto como Griselbrand fue liberado del Helvault, su primer pensamiento ya fue acerca de poder.

Era un momento agridulce para los demonios, y para Griselbrand en particular. Todo para lo que este señor de los demonios había luchado había sido llevado a cabo, y al mismo tiempo, había sido deshecho. Los demonios que Avacyn había confinado en esa prisión de plata habían sido puestos en libertad. El culto Skirsdag tendría multitud de entidades oscuras a las que volver a adorar. Y él mismo podría continuar alimentando la tentación de los mortales, incluso mientras él consumia sus almas.

Pero Avacyn, la carcelera, había vuelto también, restituida e incólume. El engaño de Griselbrand que la encerró finalmente no había servido de nada. Los ángeles había regresado, y su poder divino restaurado. La mejor opción que tenía era desvanecerse silenciosamente a Bocaceniza mientras los mortales todavía estuviesen festejando. Aguardaría el momento oportuno, reconstruyendo su dominio sobre el mundo tentando a los humanos con promesas de poder. Una vez hecho esto, un día estaría listo para planear su venganza. Este mundo, pensó, contemplaría a Griselbrand en todo su esplendor una vez más, y de rodillas llorarían.

Pero ese pensamiento duró poco.

El fin de Griselbrand

Liliana no había llegado tan lejos para ver a su presa escabullirse. Quizá el demonio no la viera a ella entre las ráfagas de luz, en el patio de la catedral, o quizás no la reconociera después de tantos años. Pero ella sí lo reconocía, Griselbrand, uno de los demonios que reclamaban la propiedad de su alma.

Liliana abandonó Thraben, su trabajo allí había concluido, y siguió los pasos de Griselbrand hasta Bocaceniza. El asalto a la catedral le había costado mucha energía, pero era consciente de que el tiempo era un factor vital. Al parecer, ángeles y agentes sagrados de repente apestaban este mundo. Y sabía que Garruk la alcanzaría finalmente, si ella lo permitía. Así que ese era el momento.

El intercambio, en última instancia, era breve. El señor de los demonios se sorprendió de verla, y rápidamente se dio cuenta de lo serio que sería este encuentro. Comenzó con bravuconerías, ella velozmente lo enmudeció al destruir a varios de sus súbditos. Ella no había venido para hablar. Él intentó negociar con ella, ofreciéndole incluso más poder que el que le otorgó con su pacto, ella vio a través de sus mentiras y lo rechazó, decidida a liberar a su alma del contrato con el demonio.

Entonces Griselbrand decidió que era el momento de la muerte de esa presuntuosa, y Liliana dejó que el Velo exacerbara su hechizo de muerte. Un vórtice de pura maldad brotó de ella, hirviendo en un profundo odio que ella no era consciente de poseer. Al ser tan gratificante ver perecer a Griselbrand, sus sentimientos turbaron  su concentración, por un instante temió no ser capaz de controlar en lo que su magia se estaba convirtiendo. Pero fue en ese momento cuando destruyó definitivamente a Griselbrand, su empresa había sido completada.

La tierra donde yacía hacía un instante Giselbrand, estaba ahora vacía. El sulfuroso aire de Bocaceniza inexplicablemente perduraba. Una turba de demonios menores huían, dándole espacio a Liliana para poder marcharse mientras ellos se alejaban.


Desde un extremo al otro de las cuatro provincias, los humanos agradecían con una alegría silenciosa el regreso de Avacyn. Mientras la Luna se ocultaba, los aldeanos quitaban las aldabas que atrancaban sus puertas, sus lanzas de plata bendita y sus ángeles henchidos de poder estaban preparados de nuevo. Las legiones de ángeles respondían la llamada de los afligidos, contraatacando a las criaturas de la noche. Avacyn lideraba la carga, extendiendo sus alas como si abrazara a todo el plano.



Primera Parte                                                                                                           Segunda Parte

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